El Aguila Que Fue Criado Como Gallina

Es un auténtico desaprovechó quedarse con las gallinas si de todos modos tienes todas la características del águila. Pero al tiempo, tienes que ser realista. Una ambición desmedida asimismo tiene la posibilidad de tener graves consecuencias.

Algunos audios, series o capacitaciones pueden precisar alguna otra licencia libre. NARRADORA Al día después, el ecologista subió con el águila al techo de la casa. Almacena mi nombre, e-mail y web en este navegador para la próxima vez que comente. Y de este modo prosiguió la vida del águila, que toda su vida ignoró el potencial que tenía y prosiguió comportándose como una gallina hasta su último día.

Podemos adoptar actitudes semejantes a las del mismo águila que se resiste a explotar sus recursos. Somos granjeros y naturalistasNo resulta simple, en la relación de ayuda, liberarse de la tendencia a llevar al otro al propio corral del ayudante. Resulta más comprometedor y complejo promover al límite los recursos del ayudado (del paciente, de la persona en situación de exclusión o marginación). NARRADORA Pero cuando el águila vio allá abajo a las gallinas picoteando el suelo, brincó y se quedó con ellas. Desde aquel día, mamá águila buscaba desesperadamente el huevo que le faltaba sin localizarlo por ningún lado. Suponiendo que algún animal se había apoderado de él, lo dio por perdido y muy triste se dirigió a cuidar a sus ya nacidos aguiluchos.

Pero el águila solo miraba al cielo. Aun de esta forma, proseguía sin entender qué realizar. El carro de heno llegó a una granja. Mientras el granjero descargaba el heno halló el huevo y se lo llevó a las gallinas. Ellas cogieron el huevo y le brindaron calor.

Días después el huevo eclosionó y nació el aguilucho. Pero las gallinas no sabían que era. Pensemos en el peligro de un sutil colonialismo que puede darse si no se impulsa el águila que hay en las personas y los grupos, respetando las diferencias culturales y sus implicaciones religiosas. Ayudar a ser sí mismo supone admitir que dentro de cada uno de ellos hay un águila y una gallina.

Un campesino se había encontrado un pollito de águila caído del nido. Lo recogió y decidió criarlo con sus gallinas. Pasaron los meses y el pollito creció, comportándose en todo como sus novedosas compañeras.

La pareja de águilas procuró sus huevos, pero solo halló el que había quedado en las ramas del árbol. Del segundo no tuvieron noticias y lo brindaron por perdido. Cuando llegó a escasos metros del gallinero, quedó sorprendida ante lo que veía. Un águila como ella estaba jugando con las gallinas en lugar de cazarlas o dedicarse a volar y disfrutar de su majestuosidad como reina del cielo. En ese momento, abrió sus poderosos alas, lanzó el típico kau-kau de las águilas y se irguió, soberana, sobre sí misma.

Lo único que consiguió fue enredarse en la lana. Por mucho que procuraba liberarse, se quedaba más enredado. Un cuervo que volaba por la zona observó como un águila se abalanzaba desde las alturas sobre un joven corderito, lo apresaba inmediatamente con sus garras y se lo llevaba lejos para devorarlo con tranquilidad. —No soy un pollo ni una gallina; soy un águila y busco a mi hermano —ha dicho el águila. —Cuando menos nos queda uno —afirmaron.

Este, impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente. Había una vez una pareja de águilas que construyeron su nido en lo prominente de una montaña. Pero un día hubo un terremoto que sacudió la montaña y volcó el nido.

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