Porque Vivo Como Ves Como Las Aves Siempre Vagabundo

Con pasión por las bellas artes, y además entendido en ellas como pocos, mostrábase realmente insaciable de placeres. La enorme desdicha de aquel príncipe fue no tener jamás un teatro bastante vasto para su genio. Hay Nerones jóvenes que se ahogan en límites sobrado estrechos; los siglos por venir tienen que ignorar siempre y en todo momento su nombre y su buena voluntad. La Providencia, imprevisora, había dado a aquél facultades mayores de sus estados.

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Bueno esto es en algún momento a los venturosos de este mundo, aunque sólo sea para humillar un momento su orgullo necio, que hay venturas superiores a la suya, mucho más vastas y más refinadas. «De verdad, querida, me molestáis sin tasa y compasión; diríase, al oíros suspirar, que padecéis más que las espigadoras sexagenarias y las viejas pordioseras que van recogiendo mendrugos de pan a las puertas de las tabernas. Me parece que esta vuelta de llave ha de acrecentar mi soledad y hacer mas fuerte las barricadas que me apartan hoy en día del mundo. La primera persona que vi en la calle fue un vidriero, cuyo pregón, penetrante, discordante, subió hacia mí mediante la espesa y sucia atmósfera parisiense. Imposible me sería, en cuanto al resto, decir por qué razón me acometió, para con aquel pobre hombre, un odio tan súbito como despótico.

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El Viento

No hay excusa para la maldad; pero el que es malo, si lo sabe, tiene algún mérito; el vicio más irreparable es el de hacer el mal por tontería. Un tabernero, un panadero, por ejemplo, le mandarían quizás parar por monedero falso, o como a expendedor de moneda falsa. Asimismo podría suceder que la moneda falsa fuera, para un pobre especulador insignificante, germen de la riqueza de algunos días. Y de este modo mi fantasía progresaba, prestando alas a la mente de mi amigo y sacando todas las deducciones posibles de todas las hipótesis posibles. El segundo Satán no tenía el aspecto a la vez trágico y sonriente, ni las buenas formas sugerentes, ni la hermosura frágil y perfumada del otro.

Mucho tiempo atrás, había muy lejos de la región una montaña llamada Ganchailing, bajo la cual se hallaba una ensenada. El terreno del rincón era fértil y las flores se abrían por todos lados. Aguardando a su amor, a Kangmei se le habían hundido los ojos, tenía los labios resecos, las piernas delgadas y se le habían agotado las lágrimas. De esta forma, acabó por perder las esperanzas y obedeció a los dioses, yéndose a vivir bajo un árbol de la montaña Ruogo enterrando su amor.

La Noche

Desde ese momento las demás familias lo trataron como un hijo propio, cuidándolo y educándolo. En la misma aldea habitaba una viuda de apellido Li que tenía una hija única de nombre Yin Ling. El consideraba a la gente de la aldea como a sus familiares. La viuda Li era para él como su madre, y Yin Ling como su hermanita. Un día entero lo pasó marchando hasta llegar a los pies de una montaña, justo cuando un cazador apuntaba su fusil hacia un zorro que estaba un tanto mucho más adelante. Y dicho esto la carpa sacó la cabeza a la área, aspiró una bocanada de aire y en menos de lo que canta un gallo Xia Wudong se encontró parado en la orilla.

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La energía en el exitación crea malestar y sufrimiento positivo. Mis nervios, cansado tirantes, no dan mucho más que vibraciones chillonas, dolorosas. Como todo el planeta se encontraba contento mirando el agua absolutamente nadie se dio cuenta de que ella ya no se encontraba. Se arrancó un pedazo de lona de su ropa y le vendó la herida. Mientras que oía los quejidos del anciano, observó que sus ojos cerrados y su cara se crispaban sin cesar. Changfamei y su madre, que se encontraba postrada en cama gracias a una parálisis, vivían de la cría de cerdos, de la que se encargaba la chavala.

La Tierra

Uno, ignorando entonces toda relación de amistad y cortesía, maltrataba como un salvaje al primero que llegaba. Le he visto tirar a la cabeza de un camarero un pollo excelente, por el hecho de que se imaginó ver en él no sé que jeroglífico insultante. El atardecer, premisor de los goces profundos, le echaba a perder lo mucho más suculento. Una enorme paz llena las pobres psiques, cansadas del trabajo diario, y sus pensamientos toman ya los colores tiernos o indecisos del crepúsculo.

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¿Humillado en su arte de asustar corazones y embotar ánimos? ¿Fallido en sus esperanzas y afrentado en sus previsiones? Tales teóricos, no exactamente justificados, pero no en lo más mínimo injustificables, cruzaron por mi mente mientras que contemplaba yo el rostro del príncipe, en el que una palidez nueva iba a juntarse sin cesar con su habitual palidez, como nieve sobre nieve. Apretábanse cada vez con más fuerza sus labios, y sus ojos se iluminaban con fuego interior, semejante al de los celos y al del odio, hasta cuando aplaudía ostensiblemente los talentos de su viejo amigo, el extraño bufón, que tan bien bufoneaba con la muerte. En determinado instante vi a su alteza agacharse hacia un pajecillo, puesto tras él, y hablarle al oído. La cara traviesa del lindo jóven se alumbró con una sonrisa, y salió vivamente después del palco principesco, cual si fuera a cumplir un encargo urgente.

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