El Conde Lucanor El Filosofo Que Entendia A Las Aves

Observando el hombre que el demonio cumplía su palabra, comenzó a robar como al comienzo, realizando considerablemente más latrocinios, hasta el extremo de que llegó a ser muy rico. »Una noche muy oscura, pues los que son amigos del delito actúan siempre y en todo momento en la obscuridad, aquel hombre se dirigió a casa de un mercader. Cuando llegó a la puerta, el diablo se la abrió, tal como el arca, con lo que logró un óptimo botín. »Los acusadores quisieron recusarle por no ser caballero, pero, cuando les enseñó los testimonios e reportes que traía, tuvieron que admitirlo. Don Pedro les ha dicho antes de empezar la pelea que, con la ayuda de Dios, él ganaría honra y salvaría a la dama, pero que, como ella no era del todo inocente, podría venirle algún daño. »Al comprender el Mal que el Bien decía la verdad, se puso muy triste, pues vio que su hijo podía morir por su culpa, conque empezó a rogarle al Bien para que, en nombre de Dios, lo ayudara y se apiadara de aquel niño inocente, pues le prometía hacer en adelante lo que él mandara.

En el momento en que vio el halcón que cuanto había hecho no le servía de nada, volvió a volar sobre el águila y se dejó caer sobre ella con uñas y garras, y con tanta fuerza que le rompió un ala. Obró de esta manera pues creía que no debía dejar su caza, después de haberse desembarazado del águila, que se lo impedía. »Al decir esto el negro, otro que lo oyó ha dicho lo mismo, y de este modo lo fueron diciendo hasta que el rey y todos los demás perdieron el temor a reconocer que era la verdad; y de esta forma entendieron el engaño que los pícaros les habían hecho. Y cuando fueron a procurarlos, no los hallaron, ya que se habían ido con lo que habían estafado al rey merced a este engaño. »Y vestido de esta manera, o sea, completamente desnudo, montó a caballo para recorrer la ciudad; afortunadamente, era verano y el rey no sufrió el frío.

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Cuento Xxxvii

»Después se acercó otro hombre, que mencionó que la uña del pulgar de la zorra era buenísima para los tumores; y se la quitó. »Después se acercó otro, que dijo lo mismo sobre los pelos del lomo; después otro, que le cortó los de la ijada; y muchos le cortaron el pelo que la dejaron repelada. A pesar de todo, la zorra no se movió, porque creía que perder el pelo no era un daño muy grave. »Al cabo del rato pasó por allí un hombre que dijo que los pelos de la frente de la zorra eran buenos para eludir el mal de ojo a los pequeños, y, así, le trasquiló con unas tijeras los pelos de la frente. »Y desde aquel día quedó como refrán que, si el marido dice que el río corre aguas arriba, la buena esposa de esta manera lo debe opinar y decir que es cierto. »Entonces Álvar Fáñez se asombró bastante y dijo a su sobrino que creía que había perdido el juicio, ya que se encontraba muy claro que aquellas eran potrancas.

»-Amigo, lo primero que les afirmaré es que jamás han entrado en mi casa juglares como vos. Sabed también que, hablando con justicia, debo agradeceros cuantos recursos he recibido de vos, si bien de esto no os diré mucho más por el momento, hasta que logre charlar con vos en solitario, a fin de que ninguno sepa nada de vuestra secreta intención. Pero, volviendo a vuestra pregunta, os digo que la mejor cualidad del hombre, que es madre y cabeza de todas las demás, es la vergüenza; ya que por vergüenza padece el hombre la muerte, que es lo malo que hay, y por vergüenza dejamos de llevar a cabo las cosas que no semejan buenas, si bien hubiésemos deseado mucho hacerlas. Por ello, en la vergüenza están el comienzo y el objetivo de todas y cada una de las buenas cualidades, y por vergüenza nos distanciamos de los vicios.

Cuento V

Abre ahora la puerta, antes que venga alguien que me reconozca, pues, si no lo haces, da por seguro que te torturaré antes que te maten. »Estando así muy preocupado y sin entender qué podía realizar, vio aquellas ropas tan pobres y viejas, que estaban tiradas en una esquina; pensó ponérselas y marchar en secreto a palacio, para tomar venganza muy cruel de quienes lo habían escarnecido y humillado. »Mas al rey soberbio le sucedió todo lo opuesto, ya que un día quiso ir a los baños y se dirigió allí con toda pompa y un basto cortejo. Para entrar en el agua, se debió desvestir y dejó su mantón y túnica fuera del baño; entonces, mientras que se bañaba el rey, Dios envió un ángel a los baños que, por intención y deseo del Señor, tomó la forma del rey, se vistió con sus ropas y se realizó acompañar por todos y cada uno de los cortesanos camino del alcázar. A la puerta de la vivienda de baños han quedado unas ropas muy humildes y viejas, como las que llevan los mendigos que van de casa en casa. »Sucedió todo lo mencionado por la honradez de aquella señora y porque gracias a ella todos supieron que la vergüenza es la mejor cualidad del hombre y, al tiempo, madre y cabeza de todas las admirables caracteristicas.

»Otra corneja comenzó también a graznar en otro árbol y ambas estuvieron graznando, unas ocasiones la de la derecha y otras la de la izquierda. Tras escucharlas un rato, el sabio filósofo comenzó a llorar amargamente, a romper sus vestiduras y a dar enormes muestras de mal. En el momento en que el rey joven de esta manera lo vio, quedó muy asustado y preguntó al pensador por qué razón lo hacía. El sabio, no obstante, quiso ocultarle los motivos, pero tanto le insistió el joven rey que el filósofo le respondió que mucho más quisiese estar fallecido que vivo, porque no solo los hombres sino más bien asimismo las aves sabían ya que, por su falta de prudencia, perdería tierra y hacienda y todos harían escarnio de su nombre.

Nunca aventures o arriesgues tu riquezapor consejo de hombre que vive en la pobreza. »-Con mucho gusto, amigo mío, pues tanto me habéis pedido y también insistido a fin de que coma con vos, que os haría una grave descortesía si rechazara tu amistoso y caluroso ofrecimiento. »Al día después, por la mañana, los tres se pusieron sus armaduras y se dirigieron a la localidad. Cuando los moros que observaban murallas y torres vieron que sólo tenía que ver con tres caballeros cristianos, pensaron que serían mensajeros y ninguno les atacó, por lo que los tres caballeros pasaron el puente, la barbacana, llegaron a las puertas de la región y las golpearon con la punta de sus lanzas. »Comenzaron a buscarle el corazón en el cuerpo, pero no lo hallaron allí, sino más bien en el arca, como había asegurado el santurrón. El corazón se encontraba lleno de vermes y olía peor que la cosa mucho más podrida y hedionda de todo el mundo.

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Al ver que había encontrado contestación para su pregunta, se puso muy alegre y se despidió de él y de su hijo, de los que habían sido huéspedes. Pero, antes de dejar la casa, charló con el sultán el adulto mayor caballero y le contó de qué manera sabía que era Saladino, recordándole y agradeciéndole las mercedes que de él había recibido. Padre e hijo le sirvieron en cuanto les fue viable, pero sin conocer a los otros su personalidad. »Dio la casualidad de que en aquella calleja vivían las mujeres de vida pública, que si hacen daño a su cuerpo asimismo deshonran su alma. Por la clase de enfermedad que padecía, por el tiempo que continuó en aquel lugar y por el aspecto que ofrecía al irse de la calleja, si bien ignoraba quiénes vivían allí, todos pensaron que había ido allí para hacer algo impropio de lo que debe hacerse y de lo que hasta el momento había hecho.

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